viernes, octubre 27, 2006

La Guerra no está perdida

No me acuerdo exactamente cuantos años tenía cuando cogí mi primer libro, pero debe haber sido cuando era muy pequeño puesto que mi familia contaba con una modesta biblioteca con un estante de libros y algunas repisas que hasta el día de hoy han soportando a la inclemencia de los años. Sin embargo nunca tuve ante mis manos los libros que hoy veo en las librerías modernas de la capital. Precioso libros de todas las marcas y modelos. Quizá no existían o tal vez mis padres desconocían su existencia. A mis manos cayeron sin embargo otros tipo de libros y revistas, del cual tengo muchos recuerdos y hasta hoy algunos conservo. Todavía recuerdo un diccionario infantil que me llamaba mucho la atención por que podía encontrar los significados de los nombres y eso despertaba mi curiosidad. Como olvidar también unas revistas de argentina llamada “Anteojito” que venía con juguetes para los niños y con historietas para todas las edades en su interior. Mi preferido era una donde el personaje principal era del nombre del la revista “Anteojito”, mi madre en cambio prefería la historieta de la “Vaca Aurora” y mis hermanos mayores disfrutaban con las aventuras de “Rinkel el ballenero” y “Pelopincho y Cachirula”. Más tarde llegaron las historietas de “Marcos”, y el “Tamborcillo Sardo” relatos que nos gustaba releer cuando ya nuestras edades estaban para comenzar otro tipo de lectura. Como olvidar un cuento para niños de 6 años sobre los “Músicos de Bremen” y que una de mis hermanas todavía releía a los 15 años a pesar de la burla de mi hermano y yo. No se, pero regresar a ellas siempre era un deleite. Un deleite que adquirí sin darme cuenta gracias a mis padres que me contagiaron el gusto y el hábito por la lectura. Tanto, que años después, armé mi propia biblioteca del cual ahora me siento orgulloso y conservo como un bien casi sagrado. Por eso que cuando años después surgió la idea de trabajar en promoción de lectura no lo pensé dos veces y encamine mis esfuerzos en una tarea del cual creía yo que podía aportar desde la experiencia. Ahora me encuentro realizando talleres de animación de lectura para niños de todas las edades, incluso para los que todavía no saben leer. Y es en este andar que descubrí la enorme variedad de libros que para cada edad existen en el mercado. Libros de todos los tamaños, colores y hasta olores. Libros musicales, libros rompecabezas, libros mochila, libros tridimensionales y toda una serie de alternativas que yo desconocía totalmente y que me alegré sobremanera al descubrirlo.
Hoy, al utilizar estos libros en las sesiones de animación con los más pequeños es sorprendente las reacciones que uno puede encontrar. Lo tocan, lo huelen, lo abren y si por allí encuentran un elemento accesorio como música, dibujos grandes y vistosos la curiosidad aumenta y el deseo de saber de que se trata, sin saber leer todavía, se percibe, casi casi como algo atmosférico. Y entonces las palabras me salen, las ganas me sobran, y el proceso de aprendizaje se desarrolla con naturalidad. Cuando observo a los pequeños coger esos libros con tanta admiración me doy cuenta que la guerra no esta perdida. Qué las generaciones de ahora no es que lleven la animadversión por el libro y la lectura como una carga genética y que las nuevas tecnologías del entretenimiento han suplantado totalmente esta también placentera actividad. Creo que hay salidas para poder revertir la situación crítica en que nos encontramos y pasa por redefinir el rol que tienen la familia y la escuela en el aprendizaje de nuestros hijos. La televisión, los videojuegos y el Internet no nos han vencido. Un libro de esos que mencioné anteriormente no cuesta lo que muchas familias gastan en licor y otros menesteres en un mes y en algunos casos en un día. Solo es cuestión de conciencia. Todavía se sigue creyendo que la educación de los hijos solo le corresponde al maestro y la escuela. Y es por eso que los padres de familia hacen lo posible por enviar a sus hijos a un colegio privado aunque este muchas veces no reúnan los requisitos de infraestructura y peor aún de nivel académico adecuado. Creen que con eso han resuelto el problema de la educación de sus hijos Y no hay conciencia que el aprendizaje es un proceso en el que intervienen diversos actores donde la familia juega un rol muy importante. No basta con pagarle la pensión del colegio, tu rol como padre no es de ser un dispensador de dinero. No basta con regalarle un libro a tu hijo, por más bonito que este sea, la tarea es leer con él, contarle la historia si todavía no sabe leer. Tu rol es acompañarlo en su proceso de aprendizaje recuerda que el primer promotor de lectura son los padres. Conmigo funcionó.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante artículo que parte de una retrospectiva para el análisis de un problema que compartimos. Me agrada personalmente porque puedo "encontrarme" en momentos familiares que a veces se quedan archivados lo cual no quita que puedan ser cruciales...felicitaciones por la pagina y bienvenido sean los artículos . seré una atenta lectora

Anónimo dijo...

Felicitaciones Dexter por la iniciativa, interesante lo q has publicado en la Web pero se haria mucho mas interesante si publicas tu experiencia de Julio del 2005 a Marzo del 2006 en los Archivos de Historias Clinicas del Hospital Nacional Dos de Mayo !!!! Que sigan los Exitos !!!!