jueves, noviembre 23, 2006

Anteojito y el placer de leer como jugando

Hace un tiempo atrás caminado por el centro de Lima me tope con una tienda de venta de libros y revistas al por mayor y menor. El lugar quedaba en una esquina del jiron Camaná cruce con la avenida Nicolás de Piérola, más conocida como La Colmena. Era un lugar desordenado y los libros y revistas se hallaban en distintos lugares del local, algunos lucían en estantes de madera, otros en escaparates, algunos en anaqueles de aluminio y una gran cantidad de ellos se encontraban apilados en el piso. Yo miraba uno por uno las colecciones de libros y revistas que tenían, buscando algo que llamara mi intención. Siempre he creído que la mejor manera de leer con agrado un libro es cuando lo adquieres por algo que te llame la atención, entonces no espero las horas de llegar a mi destino y me pongo a disfrutar de mi adquisición. Muchas veces el bus ha sido el lugar inevitable para comenzar tan apasionante lectura. Pero también muchas veces el bus ha sido el lugar donde me llevé grandes decepciones, sobre todo cuando el contenido no era lo que yo esperaba. Por que eso pasa, no toda lectura te puede llegar a gustar y por tanto no estas en la obligación de hacerla. Así observando estaba hasta que mis ojos se detuvieron en una sección de revistas para niños y no pude evitar reconocer una que había sido el deleite de toda mi familia y uno de mis primeros contactos con la lectura. Se trataba de una revista argentina llamada “Anteojito” y que mis padres la adquirieron semanalmente entre los años de 1980 hasta 1984. La compraban a un distribuidor de periódicos y revistas que vivía en un departamento arriba del nuestro en el tercer piso y que tenía un hijo con quién a veces compartíamos ratos de juego. El acercamiento con aquella revista llegó por intermedio de mi madre quien a finales de los años cincuenta había leído la también famosa revista argentina Billiken , del cual pariera años después al creador de “Anteojito”,García Ferré. Esta revista, llegaba en cantidades a los campamentos mineros de las empresas norteamericanas en la sierra central y servía de entretenimiento a los hijos de los ingenieros juntos a otras revistas como Kalliman, superman, etc. Mi madre que a pesar de ser era hija de un modesto panadero, le llamó mucha la atención aquellas revistas tan llenas de ilustraciones e historietas que llegó a leer y coleccionar gran cantidad de ellas. Es por eso que años después en una conversación que sostuvo con aquel vecino distribuidor, al preguntarle por aquella revista de su infancia, este le contó que al Perú estaba llegando una muy similar y cuyo nombre era “Anteojito”.
La revista era fuera de serie para la época, no sólo por que incluía juguetes para armar sino por que la variedad de lecturas, las más de ellas en forma de historieta, la hacían una revista familiar. Me acuerdo con que en ansias esperábamos todos aquella revista. A mi madre le gustaba leer la “Vaca Aurora”, la historia de una vaca que tenía como amo a un boticario (Chif), quién le hacía probar toda clase de experimentos con la ayuda de su flaco asistente Floripondio. Me acuerdo que nos leía en voz alta en la mesa de la cocina a la hora del lonche y no puedo olvidar esa particular forma de leer gesticulando sobremanera cada palabra y acentuando cada signo de admiración, característica que descubrí que no había perdido años después, cuando la escuche de casualidad esta vez ante uno de sus nietos. Yo tenía 5 años cuando comencé a escuchar y a leer algunas de aquellas historietas. Mis preferidos eran uno sobre las aventuras de “Calculín”, un niño muy inteligente y gracioso que tenía la cabeza en forma de libro y la otra era la historia de “Pelopincho y Cachirula” dos niños grandes en donde el carácter arrebatado de Cachirula hacía terminar la historia persiguiendo a su compañero. Si bien cierto que la mudanza hizo que mis padres dejarán de comprar aquella revista, varios números de ellos sobrevivieron y se terminaron de leer conforme pasaron los años. Es así que tiempo después disfruté mucho con las historias de “Rinkel el ballenero”, “Anteojito y Antifaz”, “la terribles yes yes”, y la siempre tierna y divertida “Pícara Sandrita”.
Poco después, mi curiosidad me llevó a saber que “Anteojito” fue una revista emblemática de Argentina que se mantuvo en el mercado durante 37 años desde 1964 hasta 2002, siendo su mejor época según la crítica especializada toda la década del 70 hasta los primeros años del 80, justo en los años que mi familia las empezó adquirir hasta antes que me mudé de residencia al modesto distrito de Ate Vitarte. También descubrí que compartió el liderazgo con Billiken, convirtiéndose ambas, en las revistas que marcaron la generación de muchos niños argentinos. Antes de escribir estas líneas me sumergí en la red y descubrí una diversidad de páginas acerca de esta revista, desde estudios que abarcan toda la trayectoria hasta foros donde se organizan debates para determinar cuál de ellas (Anteojito o Billiken) fue la mejor. Y entonces pude encontrar las respuestas más divergentes, desde las apasionadas defensas sentimentales de una y otra revista, hasta las críticas analíticas de que Billiken era "proge" y Anteojito "franquista", de que Billiken era “lujo” y Anteojito “enciclopédico”. Yo nunca tuve la oportunidad de leer Billiken, no sé si fue mejor o no que Anteojito, solo sé que con “Anteojito” me divertí con sus juguetes y leyendo sus historias. Para mí su lectura fue un delicioso placer que disfruté como jugando.

1 comentario:

Jimmy Pittar dijo...

Habla Isacc.

Tú lectura “ Anteojito y el placer de leer como jugando” me pareció de lo más entretenida.

Me hizo recordar también a mis lecturas infantiles. No tan extraordinarias como las tuyas. Yo diría tan humildes que hasta se han perdido en el olvido.

Me gustó tu redacción. Clara, sencilla, precisa y con bastante ternura familiar. Esa que te hace familiarizar con el que te lee.

Felicitaciones.....