Estaba ordenando algunos de mis archivos en mi PC, y en una de las carpetas encontré un documento que había escrito y cuyo paradero lo hallaba perdido por un buen tiempo. No recuerdo en qué circunstancias lo digité pero debe haber sido un sábado de regreso a casa, en uno de esos extenuantes días de trabajo en el que estuve inmerso el año pasado.
Posteo el archivo tal cual lo encontré, con pequeñísimos cambios, y se lo dedico a mi madre a propósito de su día.
Posteo el archivo tal cual lo encontré, con pequeñísimos cambios, y se lo dedico a mi madre a propósito de su día.

Han trascurrido los años y ahora ese niño se ha convertido en el hincha
Mi madre siempre ha sido una mujer difícil de carácter, con características inusuales a cualquier mujer común y corriente. Por eso que hoy al ver a esas dos generaciones sentadas y compartiendo ese juego pensé en que en realidad mi madre no era tan diferente al resto de las señoras de su edad. Y quizá yo he estado equivocado todos estos años.
Me tumbé en el sofá para observar más detenidamente a esos dos personajes. Y pude observar que hay cosas en esta vida que nunca cambia: el rostro impasible y firme de mi madre, serena y fría en la ganancia y la derrota; y la mirada triste y desesperada de mi sobrino al no poder ganar a mi madre en ese juego.
Al verlos recordé aquellas tardes de los ochenta cuando jugaba con mi madre al ajedrez y yo lloraba porque no podía ganarle en aquel juego. Hasta que un buen día lo hice y desde entonces la gracia de jugar con ella desapareció. Ahora, disfruto cómo mi madre le gana todavía a su nieto en ese juego de caballos, reinas, peones y alfiles. En un acto de puro sadismo fraseo en voz alta varias veces ¡Quiero llanto! ¡Quiero llanto!, ¡Quiero llanto! lo cual hace que mi sobrino
Hay cosas en esta vida que no cambian, sino tan sólo los actores que participan. Y me imagino con los años quizás a mi madre jugando con mi hijo y así sucesivamente hasta que llegue un día en que ella ya no esté para acompañarnos en aquel juego que también es el juego de la vida. De esta vida que es siempre la misma para todos, pero con otros personajes, otras épocas. Espero que mi madre este todavía para que juegue el ajedrez con mi primer hijo y por qué no con el segundo y todos los que estén por venir. De ella aprendí que en la vida hay muchos juegos y que hay que aprender a ser un buen perdedor.
Gracias madre y espero estés aquí todavía ahora que a mis veintitantos años encima juego los momentos mas decisivos de mi vida. El de la estabilidad futura.
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