lunes, enero 22, 2007

¡Y se casó el Abuelo!

Suena la alarma del celular, es las 7 de la mañana. No quiero levantarme, estoy todavía exhausto. Pienso en las cosas que tengo que hacer: Atender en la oficina, actualizar algunos datos en la página web, revisar mis correos, enviar algunos, preparar el taller de lectura para los adolescentes; y claro, ir al matrimonio civil de un viejo amigo de la universidad que para colmo le decimos Abuelo. Doy mil vueltas en mi cama antes de decidir qué voy hacer. Ir al matrimonio no está en mis planes. Aunque no me ha dado parte de invitación, se ha esforzado en convencerme para que vaya. A eso hay que agregarle que no le he dicho nada a mi fiel compañera, y si se entera que hoy no iré a la oficina y la dejaré trabajando sola para ir a un matrimonio, sólo Dios sabe lo que pueda pasar.
Me ducho rápidamente, para colmo no he pensado en un traje adecuado. Es lógico, hasta hace unos minutos no tenía ni la más mínima intención de ir. Cojo un pantalón negro Jhon Holden, él único que me alumbra para esta clase de eventos, está algo sucio. Pero bueno, es negro, y nadie lo va a notar. Total, sólo estaré lo que duré la ceremonia. Por suerte tengo camisa limpia, una corbata adecuada y un saco algo veraniego.
Tomo la dirección: “Municipalidad de los Olivos”. ¿Dónde diablos quedará eso? –Me pregunto –.Mi hermana que algo conoce de ese sitio me da algunas posibilidades que escucho y agradezco en el camino a la puerta de salida. “Todos los caminos conducen a Roma” –dice siempre mi madre.
Estoy ahora en el colectivo, he dejado todo por ir al matrimonio. Estoy calculando el tiempo que me tomará toda esta experiencia. El taller de lectura con los adolescentes es a las tres de la tarde y debo estar antes para prepararlo. ¿Ideas? , no se me ocurre ninguna. ¡En el salón me las arreglo! – digo –. Y recuerdo al personaje que en la primaria dijo aquella frase, después de confesarnos que no había estudiado nada para el examen bimestral. Ya tengo que bajar del colectivo y suena el celular, es mi fiel compañera, pienso rápido qué le voy a decir, sé que tengo que decirle la verdad pero no quiero hacerlo ahora. Está haciendo unos talleres y no quiero malograrle la mañana.

– Aló
– ¿Isaac?
– Sí, aló – vuelvo a contestar, el colectivo hace mucha bulla y no logró escucharla muy bien.
– ¿Donde estás? – su tono de voz ha cambiado.
– Voy para Lima.
– Entonces de paso me compras uno materiales para los talleres – me dice tratando de parecer serena –.
– Aló?, qué materiales – me contesta algo y no logro entender –.
– Ya después hablamos – me dice y cuelga el teléfono –.

Por suerte el colectivo me deja al frente de la Municipalidad. Cruzo la pista, presuroso. Entro a la municipalidad y parece la oficina de una caja de ahorros. Qué feo lugar para casarse, pienso. Estoy a punto de dirigirme a recepción para preguntar, y una figura de baja estatura me pasa la voz desde un segundo piso. Es el abuelo. Subo y lo saludo. Viste un termo plomo, creo. Siempre tengo problemas con los colores. Está sencillo y por momentos me da la impresión que él no es quién se va casar. Me agradece mi asistencia. Me señala quiénes son las personas de su familia y quiénes son de la familia de su novia, quien por cierto todavía no ha llegado así como ninguno de mis compañeros de la Universidad.
La ceremonia me parece muy divertida. Una señora algo subida de peso dirige el momento. Es la funcionaria que representa al alcalde. Por la manera como habla se ve que ya tiene experiencia haciendo este tipo de celebraciones. Es amena y por momentos hay algunas irreverencias que causan gracia y risa entre los presentes.
Mi amigo está nervioso. Es natural. Contesta las preguntas de la funcionaria algo despacio, le hacen repetir. Se equivoca, causa gracia. Intentan besarse cuando todavía no está permitido. La gente se ríe, la señora que dirige también lo hace. Y luego viene el momento de los compromisos, la firma y las fotos. Cojo el celular y hago alguna toma. Acto seguido se anuncia las palabras de los familiares y de los testigos. La madre de la novia habla y solloza, su esposo que no es su esposo, en realidad es su padre, ósea el abuelo de la novia, le hace un gesto de desaprobación que todos escuchan. El acto es inoportuno pero causa gracia y la gente se ríe. Yo también lo hago. Luego vienen las palabras de los testigos. Uno de ellos me mira preocupado. Es el único compañero de la promoción después de mí que ha llegado a la ceremonia. Es testigo y no podía faltar.
Terminada la ceremonia me despido. Nos pide que regrese para un brindis en la casa de su esposa. Agradezco la cortesía, sé que no iré. No se lo digo por que he aprendido que ser demasiado sincero te lleva a la ingenuidad o a la imprudencia. Anoto la dirección y me despido deseándoles sinceramente lo mejor de este mundo.
Ya en casa me mudo de ropa y vuelo a la oficina. Mi fiel compañera está ligeramente seria, lo que es un buen síntoma y me hace suponer que llevaremos la fiesta en paz. Me siento en el sofá y me pongo a preparar la sesión de animación de Lectura con los adolescentes. Ella aparece y se sienta cerca de mí. No necesita decirme nada. Sé a qué ha venido. Entonces le cuento todo. Lo del matrimonio. Mi decisión a último minuto, lo de mi traje sucio, lo divertido que estuvo aquella ceremonia y del por qué no le dije nada. Entiende, me aconseja algunas cosas y asiento todo. Es el momento en que tiene toda la razón. Le digo que no volverá a pasar. Y dudo que me haya creído del todo. Luego se va almorzar. – ¿Me acompañas? – me pregunta. Le digo que no porque tengo que preparar la sesión. Se va, y me deja solo. La sesión es un éxito. Los chicos están motivados. Hay un niño nuevo, algo extraño. Descubro que le gustan mucho los videojuegos y comprendo por que su mamá lo ha matriculado. Se van todos y me quedo solo frente a la pantalla de mi PC. Me es inevitable recordar todos los detalles de aquella ceremonia. Fue corta, modesta y divertida. Si algún día decido casarme me gustaría que la ceremonia sea así, sobre todo divertida. Va más con mi personalidad. Aunque mi fiel compañera no creo que esté de acuerdo.
El abuelo fue el primero de la promoción de Historia del año 1995 que se ha casado. No pensaba ir y lo hice. Quizá el siguiente sea yo. De todas formas un abrazo chato y que te vaya bien.

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