jueves, agosto 30, 2007

Vallejo en la avenida Larco

Caminábamos por la avenida Larco un viernes por la noche. No teníamos ni la menor idea del final de nuestro destino. Habíamos comprado unos chocolatitos con pasas mientras conversábamos trivialidades de la vida. El gobierno había decretado feriado largo, esos de los que nadie entiende, pero que a muchos como yo nos cae como anillo al dedo; sobre todo después de un rutinario trabajo en la administración pública.
Pasamos por un pequeño edificio que llamó mi atención inmediatamente porque en la puerta había una gran fotografía del poeta Cesar Vallejo. Parecía ser una foto publicitaria de una representación teatral. La curiosidad y las ganas de encontrar algún rumbo a nuestro destino nos hizo entrar por el pasillo. Sin encontrar persona alguna detrás del mostrador del conserje, ubicado frente a los ascensores, decidimos salir y tropezamos con una señorita a quién le preguntamos si conocía donde estaba la sala de presentaciones.
­_ Ustedes son sus alumnos?_ Nos preguntó de una forma muy amigable.
_No exactamente_ le respondimos_, sólo pasábamos y nos llamo la atención el aviso.
Muy amablemente la señorita nos invitó a pasar contándonos que era alumna del actor que protagonizaba la puesta en escena y que tenía unas entradas de baja costo reservado para unos amigos que estudiaban con ella. Sin embargo le habían fallado y no tenía problemas de compartirlo con nosotros.
El teatro se encontraba en el sótano. Era modesto, algo antiguo, no tenía muchos asientos. Y tampoco tenía las separaciones de platea, preferencial, vip y supervip de otros establecimientos más modernos. Así que no hubo problema que nos sentáramos en la segunda fila. La gente poco a poco iba entrando a la sala. Faltaban unos minutos y ya no había probabilidades que se llenara. En el escenario una banca, un sombrero y un bastón resaltaban en la escenografía. Lo que algo conocíamos de Vallejo no era difícil relacionarla con una fotografía que el poeta se tomara en París. Se apagaron las luces y tras unos segundos desde una tenue luminosidad apareció el actor sentado en la banca apoyado en el bastón y con la cara apoyada en el puño derecho de su mano. Era el retrato viviente del poeta. Desde esa banca, el poeta nos fue contando trazos largos de su vida; sus amores, su marginación, su viaje a París, a España. Quienes algo habíamos leído del poeta no podíamos dejar de reconocer en los diálogos a la andina y dulce Rita de “Idilio Muerto”, a extractos de “La cena miserable”, “El poeta a su amada”, “Los dados eternos”, “Los heraldos negros”, “Trilce” y “Piedra negra sobre una piedra blanca”. Era la combinación perfecta de la obra poética y su vida tan representada en ella. Sin embargo la puesta estaba lejos de ser sólo un monólogo, puesto que en el escenario aparecieron otros personajes de los más curiosos y que representaban los contemporáneos del poeta. Ellos en cambio no eran actores de carne y hueso, sino más bien un grupo de Títeres que hacían que la presentación sea más divertida y buscara un equilibrio con lo denso del personaje principal, muy bien trabajado por el actor de ya reconocida trayectoria cuyo nombre es Reynaldo Arenas. Terminada la presentación nos despedimos de la amable señorita y reanudamos nuestro camino por la avenida Larco, que cuadras más adelante nos ponía al frente de un enorme Centro comercial al pie de un acantilado del cual podía divisarse toda la inmensidad del mar. Una brisa marina nos acaricio y el frio nos hizo apretarnos el uno al otro. Recorrimos todo el centro comercial y nos detuvimos un momento para encontrarnos con el mar, es algo que no puedo evitar hacer cuando me estoy frente a él. Entramos a un centro de entretenimiento llamado “Moy Park”, me llamó la atención que ya no se utilizaran monedas como en mi adolescencia. Ahora todo funcionaba con una pequeña tarjeta. Nos divertimos mucho jugando en una especie de mesa de fulbito cuya pelota era un platillo que se suspendía en el aire que despedía la mesa. Y en el juego de básquet puse en evidencia mi torpeza frente a mi fiel compañera quien acertaba las canastas con mayor precisión. Antes de partir no pude evitar probar los K-nelones, unos pastelillos hechos a base canela, chocolate y pecanas y cuyo olor había despertado mi curiosidad y mi apetito apenas entramos al establecimiento. Sin embargo ya era demasiado tarde y mi fiel compañera y yo decidimos regresar siempre por la misma Avenida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vallejo es lo máximo yo fui a ver un recital de la señora Delfina Paredes que por cierto fue sensacional. Me hubiese gustado ver la actuacion de Tupac Amaru en la avenida Larco. Me gusta mucho la poesía de César Vallejo. A ver si pasas la voz cuando haya algo para ver acerca de este insigne poeta peruano. Ah por cierto sabías que los chilenos andan diciendo que Vallejo en realidad nació en Chile? Hasta a Vallejo nos quieren quitar esos chilenos de ...