martes, noviembre 27, 2007

Breve crónica de las últimas horas de mi juventud

Viernes 23: (día previo)
7:00 p.m.

Salgo del trabajo y caminando por la cuadra 9 del Jirón Camaná en el centro de Lima, no puedo resistir entrar a una pequeña galería donde venden juguetes antiguos. Recorro uno a uno los stands que se han vuelto una rutina mía hace algunos meses. Por esas cosas del destino encuentro uno de los juguetes que estuvo de moda por el año 1984 y que estuve buscando todo este tiempo. Un muñeco de la película E.T que fue una sensación por los inicios de la década de los ochenta. Lo encuentro en perfecto estado de conservación y lo compro sin remedio.
De regreso a casa en el colectivo me pongo a pensar si mi repentina afición por coleccionar antigüedades tiene algo que ver con que este año dejó legalmente las filas de la juventud para pasar a formar parte del club de los 30.
Acaso coleccionar antigüedades no es una forma de tratar de retroceder en el tiempo, o querer que este no pase indefectiblemente.

Sábado 24. (Día D)
11:00 a.m.
Entro al messenger y me encuentro con un amiga que se fue hace muchos años a España. Luego de conversar algunas trivialidades le recuerdo que hoy es mi cumpleaños. Se sorprende sobremanera y se disculpa por no haberse acordado. Le digo que no hay problema. Que cumplo 30 años y que a partir de ahora no pienso celebrar un año más. Me dice que no exagere y que ella se siente orgullosa de sus 32 años bien puestos. No le creo ni una sola palabra pero no se lo digo. Entonces caigo en la cuenta que tampoco yo recuerdo su cumpleaños y que en los más de 10 años que ya lleva fuera del país nunca le mande siquiera un mensaje de felicitación. Sin pensarlo dos veces me despido de ella antes que me haga la inevitable pregunta del millón.

11:45 a.m.
Otro amigo de la adolescencia se conecta, esta vez desde la Merced. Este si se acuerda y me saluda por mi cumpleaños. - ¿ Cuántos chicho? – me pregunta como si no lo supiera. – 30 años pues idiota – Le contesto. -- “Ya estás bien vieja”- me alcanza a responder después de quedar desconectado por completo. Para variar una dolencia que me aqueja hace varios meses empieza a pasarme la factura por el mucho tiempo de estar sentado hoy frente al computador. Entonces aprovecho para contar mi dramático caso en un foro de salud. Al final empiezo a creer que mi amigo tiene algo de razón.

8:30 p.m.
Llego del supermercado con los ingredientes que me faltan para el Pisco Sour. En casa me espera la familia y mi hermana mayor que con el menor de sus hijos ha venido a saludarme. El chiquitín es el más entusiasmado para soplar la vela que consumará el instante que he tratado de resistir todo este tiempo. Desde el día en que premeditadamente comencé a rebajar en un año a mi edad en el currículo vitae. – Que sople el más entusiasta – digo. Y veo a mi pequeño sobrino soplar la vela como lo hacía yo cuando tenía su edad. Cuando era más bebe decían que se parecía mucho a mí, espero que no sigan pensando lo mismo, pobre de él.

Domingo 25 (resignación)

11:30 a.m.
Converso con una amiga, que es mucho menor que yo, me cuenta, para sorpresa mía, que le faltan solo 4 días para culminar su carrera de Medicina. Cuando la conocí recién había ingresado a la universidad y se las arregló para llevar conmigo la confirmación de un grupo de chicos en el año 2002 si más no lo recuerdo. Aunque todavía se le ve bastante joven, noto que ha cambiado bastante. Ya no es la misma chiquilla que deje ver en estos últimos años. Ahora me de algunas recomendaciones para mi padre que esta algo delicado de salud. Antes de despedirse me da las últimas recomendaciones para mi papá y me dice que tiene que terminar de estudiar.
– No estudies mucho vas a envejecer – alcanzo a decirle de manera casi instintiva.
8:30 p.m.
Regreso a mi casa después de la misa de siete. Encuentro a un grupo de “chicos” no tan chicos, vecinos míos, que me pasan la voz de manera sobresaltada. Unas pequeñas botellas de cerveza justifican su efusividad. Sin embargo su tácita invitación a unirme al ruedo se ve impedido por la negativa mía de formar parte de su celebración.
Sin embargo mientras abro la reja de mi casa me pregunto acaso si debería estar acostumbrándome a juntarme más seguidamente con la gente de mi edad.
9:00 p.m.
Prendo el televisor y cuando me dispongo a ver una entrevista exclusiva que han anunciado por la televisión me encuentro con un reportaje de colección de las canciones que han marcado pequeños instantes de nuestras vidas. El reportaje me divierte, auque hay muchas canciones que me hubiese gustado que estén. Sin embargo al final me doy cuenta que no me hubiera divertido tanto y no me hubiera traído a colación tantos recuerdos si no fuera por que eso es también parte de haber vivido ya 30 años.
Lunes 26 en la madrugada:
Son las 1:00 de la mañana ya tengo dormir más tarde me espera una nueva jornada laboral. Y mientras escribo esto último escucho a Cyndi Lauper en un long play de Vinilo del año 1986 que adquirí en una tienda discos antiguos. En donde la canción “Calm incide the store” (Calma dentro de la tormenta) parecen decirme que cumplir 30 años en realidad no es para tanto.

3 comentarios:

Edmer Montes dijo...

Bienvenido al club tío.... aunque creí que tenias mas... je je… es broma.
Y que vengan las chelas !!!!!!!!!

Anónimo dijo...

Buena crónica..... aunque debo decirte que si hay alguien que no deja que su niñez se distancie ...ese eres tú....y con respecto a mi Nicolas debo decir, ya con resignación a estas alturas, que el parecido persiste ...y espero en todo caso tambien haya heredado tu vocación para observar la vida con la misma intensidad.

Anónimo dijo...

No es extraño que gente adulta coleccione cosas por la aficion "vintage", eso es la delicia de los mercados de internet, yo no pienso dejar de hacerlo nunca jejeje