domingo, septiembre 14, 2008

El Hígado de César Ávalos

Jueves siete de la noche. Salgo del trabajo algo presuroso, hay una exposición de dibujo en una galería de arte del Centro de Lima y he prometido que no faltaría. Esta vez pienso cumplir mi palabra tan venida a menos hasta por mi Fiel Compañera.

A la entrada del establecimiento ocurre el primer incidente de la noche. La galería no está preparada para una concurrida presencia de asistentes. Así que, la mayoría de personas entre invitados , estudiantes y curiosos que han asistido a la ceremonia con su maletas, mochilas y otros accesorios se ven obligados a dejarlos apilados en el piso de parquet al lado de los casilleros de la galería. Protesto indignado ante esa falta de previsión, pero el encargado de seguridad me dice que sólo cumple órdenes y que esas son las reglas de la Institución. No dejar pasar al público con cosas. Así de simple. Dejo mi maleta con cierta resignación y bajo al sótano de la galería. La ceremonia de premiación está por comenzar. Ubico a mi amigo, que está con sus esposa y algunos familiares. Los saludo atentamente y espero con ellos el inicio del evento mientras tomo algunas fotos para el recuerdo. La ceremonia de premiación es breve y acto seguido empiezo a recorrer la galería acompañado de copas de vino que los mozos van pasando de tiempo en tiempo. Tres copas de vino, además de un par de copas champagne, son el elemento suficiente para darle algún original significado a todos los dibujos, incluso a los que a simples luces un inexperto como yo sólo calificaría como un montón de garabatos producto de la inyección desesperada de alguna sustancia prohibida. Van en este recorrido mi amigo Edmer Montes, ganador de algunos concursos importantes, César Ávalos un escritor muy conocido en el ambiente intelectual y de las sombríos calles de Quilca y yo, que nunca he ganado nada, más que una novia hermosa y un par de diplomas en la secundaría.
Cuando estamos por terminar el recorrido nos encontramos con este dibujo (ver foto ) que más se asemeja a la ecografía de un hígado humano. Nunca he visto una ecografía en realidad, pero las copas de licor me convierte a estas alturas en un radiólogo clínico. Le comento rápidamente a mi amigo escritor que ese tal vez podría ser su hígado y que el autor pudo haber pirateado la imagen de alguna clínica local. El cuadro se ve patético. Y lo digo por el hígado. Pienso que tal vez se trate de un hígado lleno de días y noches de alcohol, de amanecidas con discursos existenciales, de noches desesperadas de insomnio, de publicaciones anónimas, de luchas iconoclastas, de mujeres prohibidas. Le digo que una foto no le vendría mal. Al parecer tiene la misma lectura y entonces posa orgulloso ante la cámara, una Lumix de Panasonic algo desfasada. Es sin lugar a dudas el hígado de César Ávalos.

2 comentarios:

Rocío Colca Almonacid dijo...

que has ganado mucho màs cosas de las que hablas...por ejemplo esta hermosa pasiòn por profundizar la cotideano....un abrazo ....

Edmer Montes dijo...

Que tal observación tío. Creo que después de esa tranca nuestros hígados no se diferencian tanto con la de Avalos.
Y como dice tu hermana… que mas premio que tus amigos… (o es una maldición?)
Saludos .