lunes, abril 30, 2007

“EL LAPIZ ROJO” DE JOSE WATANABE

“Antes yo llevaba mi cuerpo donde yo quería. Hoy es mi cuerpo el que me lleva a donde él puede llegar, que ya no es muy lejos. El cuerpo me impone sus reglas y a veces su lastre”. (José Watanabe)

No soy muy aficionado a leer poesía contemporánea. A pesar de que en varias oportunidades lo he intentado no logro engancharme con alguna de ellas. Las siento muy intimistas, como hechas para que sólo sean entendidas por quién las escribió. Un código secreto que no puedo quebrantar. Quizá el referente más cercano a esta poesía fue el poemario "Canciones de bar en la frontera" de Miguel Ildefonso, del cual todavía me acuerdo el poema "Cruz y Ficción", que leí con cierta satisfacción. Fuera de eso mis referentes siguen siendo todavía César Vallejo, José María Eguren, y Juan Gonzalo Rose, poesía monumental que aprendí a disfrutar gracias a mi hermana que en esos años de mi escolaridad cursaba sus años de estudio en lengua y Literatura en la Universidad Enrique Guzmán y Valle más conocido como la "Cantuta". Desde entonces siempre vuelvo a ellas, tanto así, que sé de memoria algunas y las aplico con mucho éxito en los talleres de animación a la lectura a los niños. Vallejo siempre es el más apludido de todos y es el que más disfruto interpretar.

Sin embargo en estos últimos días a poco de celebrar El Día del Libro, nuestro país se ha conmocionado con la noticia del fallecimiento de José Watanabe, considerado uno de los más grandes poetas peruanos de está época. No tuve la oportunidad de leer poesía alguna de José Watanabe mientras estuvo con vida. Conocía de su trayectoria por lo que se escribía de él en las secciones de cultura en los diarios. Sabía que era un gran poeta y que había escrito “Cosas del Cuerpo” pero no sabía que había ganado un premio y que su libro el “Guardián del Hielo” fue uno de los más leídos en España. Sabía que había escrito guiones de películas para el cine y la televisión pero no sabía que había escrito los de “Maruja en el Infierno” y “La Ciudad y los Perros.” Sabía que había incursionado en la dramaturgia pero no sabía que estuvo detrás de la versión libre de “Antígona” de Sófocles, interpretado por el grupo Yuyachkani. No sabía de eso y de muchas cosas más, que en esta semana de su fallecimiento he ido descubriendo en las múltiples manifestaciones públicas que han salido a la luz en diarios y páginas de Internet, de amigos y seguidores anónimos de su trayectoria. Lo que sé sin embargo es algo que descubrí de pura casualidad un buen día que me encontraba caminando por el llamado boulevard de la cultura, en el Jirón Amazonas, en el Centro de Lima. Una cuadra de numerosos puestos de libros y revistas en su mayoría de segunda mano y en donde uno puede encontrar una que otra reliquía que dificilmente encontrará en las librerías. Buscaba yo, libros infantiles para los talleres de animación a la lectura, y después de haber comprado una colección algo antigua de cuentos mágicos con hojas desplegables de la Editorial Norma, mis pasos se detuvieron en un libro chiquito y curioso, de tapa dura y hojas de cartón. Un cuento infantil lleno de dibujos y poquísimas palabras. El título del cuento era “El lápiz rojo” y lo encontré perfecto para una sesión de taller con niños pre-lectores. Era justo lo que me faltaba para los más pequeñitos. Pagué, sin pedir rebaja, lo que me pidieron. Llegué a casa y al revisarlo, con mi fiel compañera, decidimos incorporarlo al día siguiente que tocaba hacer taller. Al revisar el nombre del autor que había escrito aquel ejemplar nos dimos con la sorpresa que era José Watanabe. El artista, poeta y guionista se había convertido también en un promotor de Lectura Infantil.

1 comentario:

GRUPO TALENTO dijo...

Cuando enseñé por primera vez a una niña el libro de José Watanabe "El lápiz rojo" me pasó algo curioso. Recuerdo que días antes le había dicho a la niña qué era un libro y le había mostrado una serie de ellos para que sepa reconocer a la vez la tapa, el lomo y las hojas. En eso le dije que el libro es un objeto que está compuesto de letras e imágenes. Y habían excepciones en las que muchos otros libros sólo podría encontrar letras. Así quedamos.
La vez que le mostre el libro de Watanabe ella se sorprendió mucho el verlo. Le dije que lo leyera para ver su reacción ya que el texto era bien peculiar. Pasaron unos minutos mientras lo observaba. Luego me dijo:"Miss este no es un libro porque no tiene muchas letras. Casi todas las hojas tienen dibujos". Le expliqué que sí era un libro y que sí se podía leer. Las imágenes dicen lo que las palabras muchas veces no lo pueden hacer. Ella me entendió.
Cuando compraron "El lápiz rojo" en casa me gustó mucho porque en verdad es un libro pequeño que está armado de imágenes. Una niña ha perdido su lápiz rojo y lo necesita para poder pintar. Lo busca entre sus cosas y no lo encuentra por desordenada. Al final su perro le da una lección, guardar las cosas en su lugar.